enseñar a nadar

¿Cómo enseñar a nadar a nuestros hijos?

El baño sumergido es controlable generalmente para los adultos, pero con los niños es otra historia. Para algunos chiquillos, el miedo al agua puede ser paralizante. En otros casos, la falta de fuerza o técnica les puede llevar a pasar un susto. Enseñar a nadar puede ser un reto para cualquier padre.

En la práctica, los niños que aprenden a moverse en el agua adquieren un conocimiento útil de por vida. Asimismo, podrán disfrutar de los baños en la piscina o la playa sin problema alguno. Por eso, a continuación veremos algunos consejos para ayudar a nuestros pequeños a realizar esta actividad.

Entrando en contacto con el agua

La preparación de los niños para la natación comienza desde muy temprano. De hecho, siempre se aconseja a los padres que hagan lo posible por fomentar en los  niños el gusto por el agua. Esto será central para evitar el miedo al baño sumergido.

Por todo ello, es fundamental que evitemos que los pequeños pasen por episodios traumáticos en balnearios o piscinas. Las primeras entradas deben ser seguras, en compañía de los padres; siempre habrá que ir de forma progresiva y con juegos, estudiando las reacciones del niño.

En realidad, los niños nacen con buena predisposición a sumergirse; no obstante, esta capacidad la pierden a los seis meses en su contacto con el mundo exterior. Por esta razón, es bueno someterlos a baños sumergidos controlados desde los primeros meses. De esta manera, su contacto con el agua será algo más natural.

primeros pasos nadar

Comenzamos desde un nivel sencillo

A medida que cumple años, debemos colocar al pequeño en piscinas donde pueda tocar el suelo con los pies. Entre el primer y el segundo año, él debe estar en  ambientes acuáticos controlados. Los padres podremos seguir asistiéndolo, aunque será hora de dejar que se suelte un poco.

Afortunadamente, casi todas las piscinas tienen un espacio especial para uso infantil. El uso de flotadores les dará tanto seguridad como confianza. Los juguetes de agua también aumentarán el interés del pequeño por este ambiente; a este nivel, ellos deben dominar el entorno y sentirse motivados.

Cuando un niño tiene fuerza para sostenerse en pie y correr, puede realizar la iniciación progresiva al nado. Eso sí, ten en cuenta que si el pequeño pierde el control o traga agua, enseñar a nadar después podría llegar a ser más complicado.

Enseñar a nadar: primeros aprendizajes

Estas pautas serían las más recomendables para que nuestros hijos comiencen su contacto con la natación:

  • Hacer burbujas bajo el agua: esto lo podemos fomentar a edades muy tempranas. La idea es que el niño ejercite la respiración bajo el agua sin tragarla. Le pediremos al pequeño que tome aire y que luego lo expulse dentro del  baño sumergido, sin meter la nariz.
  • Sumergir la cabeza: una vez que el chiquillo sepa tomar el aire y hacer las burbujas, le invitaremos a que sumerja la cabeza. La idea es enseñar a que siempre aguante el aire, aunque en algún momento podría tragar algo del líquido vital. Cuando vea que no se ahoga, sentirá que domina la situación.
  • Mover las piernas: cuando se ha completado todo el aprendizaje anteriormente expuesto, es hora de subir la dificultad. Para ello, podríamos estar en un nivel de la piscina bajo, pero en el que no toque con facilidad el suelo. Mientras lo sujetamos, le pediremos al niño que mueva los pies tratando de moverse.

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El comienzo de la independencia

Después de algunas prácticas asistidas con las piernas e incluso con las manos, toca enseñarle a sumergirse y mover las piernas. En principio, sujetaremos al pequeño por el tronco para que el pequeño experimente una sensación de la seguridad. Esperamos siempre a que el niño le coja gusto a esta práctica.

Tras estas prácticas, es bastante probable que el mismo pequeñín pida hacerlo solo. Claro que debemos autorizarlo, pero manteniendo una vigilancia activa; en principio, solo debemos soltarlo unos segundos.

También podemos fomentar el aleteo con los brazos. A partir de aquí la mayoría de los niños continúan su aprendizaje solos y también viendo a sus padres. Hay que recordar que la base de todo es evitarle a nuestro hijo cualquier episodio traumático. En una fase posterior, lo correcto será llevarle a clases de natación.

Enseñar a nadar es dar una lección que debe  ser impartida con paciencia, sabiduría y cuidado. El principal enemigo de nuestros hijos es el miedo y la poca fortaleza física; mientras sea divertido y no haya sustos, habrá avances. Por último, nunca debemos dejar de inculcar a nuestros hijos el respeto a sus límites y al poder del agua.

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