Una expectativa es la esperanza o la posibilidad de conseguir alguna cosa. Las expectativas son creencias centradas en el futuro y estas no siempre son realistas.
Las personas de nuestro alrededor, sobre todo aquellas más cercanas, depositan expectativas en nosotros, y nosotros mismos también lo hacemos (con nosotros y con los demás).
Aunque las expectativas nos puedan ofrecer beneficios, como por ejemplo el hecho de mantenernos motivados hacia algo, también conllevan aspectos negativos. En el caso de las expectativas que los demás tienen hacia nosotros, estas pueden generarnos presión, miedo o, incluso, dolor.
¿Qué son las expectativas?
Según la coach Mónica González, las expectativas son un choque de realidades entre lo que «yo tengo o quiero» y lo que los demás esperan de mí (expectativas ajenas), o entre lo que uno mismo espera y lo que de verdad se produce (expectativas personales).
En este sentido, este tipo de ideas puede surgir del deseo de nosotros mismos de cambiar, de mejorar, de explorar... o del deseo, por parte de los demás de que seamos o actuemos de una determinada manera. Una manera que, por cierto, es lo que ellos desean y que no tiene por qué coincidir con lo que deseamos nosotros.
¿Cómo nos influyen las expectativas de los demás?
El hecho de tener expectativas (y que otros las tengan en nosotros) es algo totalmente habitual. Todas las familias (e, incluso, muchos de nuestros amigos) depositan una serie de ellas en nosotros. Esperan algo que quizá no logremos o, peor, que quizás ni deseemos.Cuando esos deseos son muy evidentes (o poco realistas), nos los recuerdan y nos insisten con ellos, y, además, no sabemos gestionarlos, podemos sentir mucho ansiedad, miedo o, incluso, dolor. Ansiedad porque esperan algo de nosotros que quizá no queremos, miedo de no conseguirlo o de decepcionar y dolor por «herir» o defraudar a la gente que queremos.
Así, cuando no cumplimos las expectativas de los demás, si no hemos aprendido a gestionarlo de forma adecuada, podemos sentir dolor, frustración o miedo a decepcionar e, incluso, podemos llegar a mentir para evitar «herir» o hacer sufrir a los demás.
Las expectativas de los padres
Las personas que más expectativas depositan en nosotros mismos son los padres; las expectativas de que consigamos un buen trabajo, nos compremos una casa, nos casemos y tengamos hijos... En cierta forma, es algo bastante normal, aunque no siempre saludable.
Según el psicólogo Luis Muiño, los padres deberían dejar de transmitirnos esos deseos o ideas de futuro porque tras esas expectativas se esconde mucha presión dirigida a los hijos. Además, son deseos ajenos que pueden colapsarnos emocionalmente.
Según Muiño, en cierto modo, los padres deberían hacer un duelo sobre esas expectativas depositadas en los hijos, expectativas que no tienen por qué cumplirse porque los hijos no tienen la «misión» de hacerlas realidad. Otra cosa es que deseen simplemente nuestra salud y nuestra felicidad: eso es otra cosa (¡sana!).
¿Por qué depositan expectativas en nosotros?
Encontramos diferentes causas que nos permiten entender por qué las personas depositan expectativas en los demás. Una de ellas es que la gente comete el error de pensar que «el otro» es como uno mismo y eso hace que esas personas crean que pueden esperar del otro lo mismo que esperarían de ellas mismas.Por otro lado, las personas tienden a pensar que conocen toda la realidad del otro, algo que es imposible. Además, existe esa exigencia inherente de que el otro sea perfecto, cuando ni si quiera nosotros mismos lo somos (ni tenemos por qué serlo).
Finalmente, las personas tienden a poner etiquetas, a prejuzgar el comportamiento de los demás, y cuando ese comportamiento no ocurre, se decepcionan y se frustran. Estos errores que hemos descrito nos pueden ayudar a entender por qué depositar expectativas en los demás puede ser otro gran error.
La gestión de las expectativas ajenas
Gestionar expectativas ajenas no es sencillo; requiere consciencia, práctica y tiempo. Muchas veces, cuando los demás esperan algo de nosotros y no lo conseguimos, se enfadan o se entristecen, como si nosotros tuviéramos el «deber» de conseguir algo que ni siquiera nosotros deseamos.Así, muchas veces las personas ejercen presión sobre nosotros para que seamos lo que ellos quieren que seamos. Pero eso produce mucho desgaste emocional.
¿Cómo podemos actuar?
Lo primero que tenemos que empezar a hacer a la hora de gestionar expectativas ajenas es dejar de prestar atención a esas expectativas y centrarnos en lo que realmente queremos nosotros. Debemos focalizarnos en la lucha por entender quiénes somos, qué queremos y cómo podemos lograrlo.
En realidad, la gestión de las expectativas también tienen que hacerla los demás en relación a nosotros. ¿Cómo podemos hacer que aquellas que los demás depositan en nosotros no nos influyan?
Algunos primeros pasos
La gestión de este fenómeno es un camino que requiere tiempo. Empecemos por buscar ser nosotros mismos. Según Ronald David Laig, psiquiatra escocés fundador del movimiento de antipsiquiatría, «las personas sanas nunca intentan responder a las expectativas de los demás, siempre intentan responder a sus propias expectativas».Debemos aprender a decepcionar a los demás sin que eso nos genere especial malestar, o que directamente no nos importe. Lo que importa es ser fieles a nosotros mismos.
Además, debemos tener claro que muchas de las cosas que hagamos (de hecho, la mayoría, seguramente) no les van a gustar a los demás, y debemos aprender a vivir con ello. Finalmente, resulta positivo que nos quitemos la sensación de culpa en este sentido.